Después de los 15,000; la cuenta sigue...

sábado, 15 de agosto de 2015

anoche (6/43)

Buen día, Luna:

Ayer me sorprendiste. ¿Cómo crees que no? Si cuando te acompañé a la puerta vi en tus ojos oscuros su color y algo más: el misterio de algo que está por decirse y se calla.
Caminamos, al detenernos y verte de frente entendí quién se esconde tras la máscara del rostro, la sonrisa y la mirada.
Me lo confirmaron tus palabras pues la seguridad con que me hablabas de no sé qué cosas me enviaba otro tipo de mensajes que fui descifrando poco a poco. No de ese día sino de otros en los que habíamos intercambiado discursos, ideas, anécdotas.
Mientras oía el eco de tu voz, mis pensamientos se confundían con el esfuerzo hecho por concentrarme en los sonidos de tus palabras mientras surgían ideas, intuiciones sobre claves de tu personalidad, firme y precisa. Serían las 5 de la tarde y el sol caía a las espaldas, detrás de los árboles, en un mes como solo septiembre es.
Por momentos sólo acertaba a sonreír.
Preguntaste las razones de mi respuesta.
Inventé ideas porque no sabía exactamente de qué me hablabas.
Tú respondías también con sonrisas a mi actitud casi risueña, pero tus ojos, expresaban incredulidad y buscaban en mí quién sabe qué, seguramente porque notabas la improvisación de mis respuestas. Esa tu mirada escrutadora hacía que mi corazón se detuviera, que el aire permeara mi piel y que esa gota de sudor que caía por mi sien, resbalara lentamente.
Recordé que había problemas y acerté a pedirte que actuaras con el corazón en la mano porque solo el corazón sabe lo que se quiere y no permite autoengaño alguno. Mientras, mi corazón te desnudaba porque tenía ya varias certezas. Una de ellas, saber quién eres.
Nos despedimos, como otras veces y sentí tu cabello en mi rostro al besarte.

Me prometí pasar más tiempo contigo.





Hoy lo hago y sé que podré quedarme contigo enternamente porque anoche, después de encontrarnos con la policía, dejé las cadenas físicas de mi cuerpo.

domingo, 22 de marzo de 2015

De 3 y 4 conflictos en la Educación

La discusión abierta sobre las políticas públicas que el gobierno de la república ha impulsado a partir de la llegada y consolidación de la corriente tecnócrata, primero, y neoconservadora, después, es el resultado de una discusión añeja que vincula dos hechos históricos sin conexión temporal: por un lado, la confrontación de los dos principales grupos de poder en conflicto desde la lucha de independencia en el siglo XIX, en México; por el otro, con la teorías gramsciana sobre el Estado y la Hegemonía.

En este ensayo intentaré realizar un análisis que demuestre la época de transición que vive la sociedad mexicana en materia de educación a partir del reconocimiento de esa función que Gramsci le atribuyó al Estado: la de educar. Es decir, los conflictos que la sociedad mexicana vive son el resultado del esfuerzo que hace la clase dominante, en uso del poder, y que Gramsci llamaba la sociedad política, encaminado a convencer al resto de la sociedad sobre una visión de país y, con ello, una ideología. Si ésta ideología es o no buena, no es un tema que se aborde en este trabajo, como tampoco me interesa hacer una valoración moral sobre el conflicto emanado del cambio iniciado hace ya más de 24 años, cuando Miguel de la Madrid asume la presidencia de México. Más bien, me centraré en el rol del profesor y en la influencia que está ejerciendo lo que hoy se llama “modelo educativo” y las instituciones particulares de educación.

Conflicto 1: Libre enseñanza o libertad de cátedra
En la historia del México Independiente, la implementación de la libertad de enseñanza está vinculada con la orientación política del grupo que impulsaba un modelo de gobierno considerado liberal, burgués, de libre mercado, que recogía la ideología europea sobre el deber ser del Estado y, por ello, del país que en ese momento nacía. Sin embargo, las fuentes históricas dejan ver que en la primera década de existencia de México, como país, este grupo fue respaldado en materia educativa por su contrario como deja ver Raúl Bolaños Martínez cuando reporta (Solana, et al. 18):

Sin embargo ambos grupos coincidieron en la preocupación formal por la educación, lo cual se manifestó en acciones de los liberales en algunos estados de la república, o bien en la intervención de algunos de los miembros del partido conservador, como las del ideólogo más destacado de ese partido, Lucas Alamán, quien en la Memoria presentada al Congreso el 7 de noviembre de 1823 declaraba: “Sin instrucción no puede haber libertad, y la base de la igualdad política y social es la enseñanza elemental”

Sin embargo, al paso del tiempo, las contradicciones entre las dos facciones políticas en pugna por el poder desarrollaron visiones radicalmente contradictorias de lo que se deseaba como país y como modelo político. Lo liberales que respaldaban la movilidad social porque como dice Antonio Grasmci: “La clase burguesa se considera a sí misma como un organismo en continuo movimiento capaz de absorber a toda la sociedad asimilándola a su nivel cultural y económico.”[1] Mientras que los conservadores definieron su postura política intentando rescatar derechos y privilegios de clases más cercanas a lo que es la sociedad feudal basada en el linaje y la religión.

Este conflicto ideológico se acentuó conforme las posturas intentaron imponer su ideología en el país. Como resultado de las luchas internas y las contradicciones surgidas de ambas visiones, México pasó de una visión liberal a conservadora de manera intermitente en periodos muy cortos de tiempo, además se involucró en conflictos armados que distrajeron la construcción de las instituciones. En materia educativa el rezago se hizo mayor y destruyó los avances logrados durante la colonia.

La postura de los liberales-burgueses se impuso poco a poco, especialmente a partir del triunfo de Juárez y la llamada institucionalización de la república. Sin embargo, debe reconocerse que los antecedentes de las políticas educativas de Juárez están en personajes como José María Morelos y las personas que lo acompañaron cuando promulgó la Constitución de Apatzingán en 1814 que, en su artículo 39 afirma: “La instrucción, como necesaria a todos los ciudadanos, debe ser favorecida por la sociedad con todo su poder” Otro personaje importante fue José María Luis Mora quien sentenció en 1824 (op. cit. 19). “Nada es más i portante para el Estado que la instrucción de la juventud. Ella es la base sobre la cual descansan las instituciones sociales” Y, por supuesto Valentín Gómez Farías quien afirmó (ibid. 20): “La instrucción del niño es la base de la ciudadanía y de la moral social”.

Como he dejado constancia, los liberales impulsaron la libertad en la educación haciendo de ella parte inherente de su ideología, en especial para formar ciudadanos. También en poco tiempo se dieron cuenta de que al concebir el derecho a la educación, en ella descansaba el fomento de las libertades que formaron parte de los principios “liberales” de la época y, con ello, el riesgo de que la libre enseñanza permitiera el regreso de otras “ciudadanías” y de otras “morales sociales”. De esta época es el nacimiento de la obligación del Estado por ofrecer educación laica.

Gramsci afirma que el Estado implica la Hegemonía y para ello, no sólo impone una serie de condicionamientos sociales sino que convence, por eso, dice él en sus Cuadernos de la cárcel: “La revolución producida por la clase burguesa en la concepción del derecho y, por ende, en la función del Estado, consiste principalmente en la voluntad de conformismo (y por consiguiente ética del derecho y del Estado).”[2], por lo que el Estado utiliza dos mecanismos para hacer de la población una masa de personas acríticas: la educación positiva a través de las instituciones escolares y la educación represiva a través de la fuerza pública, llámese policía o ejército.

De esta manera, el sistema educativo se convierte en pieza fundamental para imponer la ideología y consolidar la hegemonía del Estado. En este sentido, si se considera que después de Juárez la ideología dominante fue “liberal” pues los gobiernos posteriores fomentaron la libertad como uno de los principios sociales más importantes, con acentuaciones positivistas, es evidente que se creó eso que Gramsci identificó como la hegemonía de una clase social. Se consolidó la escuela como célula a través de la cual se instruye al ciudadano y se reproduce el control social.

En ese contexto y con la hegemonía del pensamiento liberal, al paso de los años, las contradicciones económicas de la época y el desarrollo de grupos que buscaban espacios políticos irrumpieron en el país derivando en la primera revolución socialista del mundo que, además, no pretendía un país fundamentado en las teorías Marxistas, por lo menos no en la primera década del siglo XX. El resultado de la Revolución Mexicana en materia educativa es la consolidación de un sistema burgués que impulsa la libertad de cátedra bajo una filosofía que, en “teoría” contradice los principios burgueses pues le da al Estado la responsabilidad de fomentarla, regularla, conducirla en búsqueda de la igualdad, como fue concebida posteriormente en los sistemas políticos marxistas.

Conflicto 2: La libertad de cátedra y el control ideológico
La libertad de Cátedra le da un giro más burgués a la filosofía presente en el sistema educativo pues centra en el individuo la responsabilidad de educar. No es la escuela, sino el docente, maestro o catedrático, la instancia encargada de educar positivamente al ciudadano como decían los liberales mexicanos del siglo XIX.

En los sistemas marxistas, son las instituciones, entidades abstractas, las responsables de educar sin coerción a la sociedad y mantener la hegemonía del Estado, también a través del maestro, pero éste no tiene el derecho a la cátedra libre, porque es a través del Estado como la comunidad o la sociedad logra la igualdad para todos, además el Estado dicta lo que debe ser instruido. En el caso mexicano, las contradicciones de un cambio social vivido en un país que no pretendía poner en práctica los principios marxistas dieron como resultado una nueva contradicción: libertad de cátedra en busca del “bien común”.

La libertad de cátedra conlleva la formación del catedrático. Un aspecto que los ideólogos del liberalismo mexicano no plantearon pero que se acercaron a ella con una intención diferente, la de formar al ciudadano y, por ende, mantener el control ideológico del Estado como Louis Althusser señala al decir que para mantener la “reproducción de los medios de producción” es una condición indispensable sostener el “sometimiento ideológico” y para ello, los medios de comunicación y la escuela, entre otros, son los instrumentos utilizados para lograr ese objetivo.

La ideología dominante a principios del siglo XX era burguesa, con tintes positivistas, a la cual se le agregaron ideales relacionados con la herencia prehispánica y colonial, sobrevivientes en un país como México. A pesar del impulso del libre mercado, en México existían medios de producción y condiciones sociales de tipo esclavista como lo demuestra la existencia de las tiendas de raya en las haciendas o el reconocimiento que en esos espacios debía promoverse la existencia de un maestro que impartiera instrucción elemental. Por eso, al movimiento encabezado por Madero las contradicciones sociales del país le impusieron demandas sociales. Madero buscaba solamente el cambio de personas para mantener uno de los ideales burgueses no consolidados en el sistema político mexicano: la democracia.

Así, en el seno de los derechos fundamentales del ciudadano mexicano quedaron incluidas dos posturas contradictorias: el impulso de una filosofía burguesa a través del individualismo representado por la libertad de cátedra y el fomento de la igualdad social bajo el control del Estado, con un sentido marxista.

El triunfo de los ideales revolucionarios, por ser populares en el sentido de haber sido impulsados por el pueblo, propició que el Estado permitiera que se formaran docentes con ideales socialistas y, por ello, que en el sistema educativo mexicano esta ideología se convirtiera en la dominante. El Estado mexicano impulsó, pues, una ideología socialista en un sistema burgués durante la mayor parte del siglo XX.

Conflicto 3: La contrarevolución
Las contradicciones se acentuaron a finales del siglo XX pues el modelo político mexicano sufrió los embates económicos que no supo resolver. El Estado se inclinó por el sistema capitalista basado en el libre mercado y en la disminución de las instituciones públicas que participan en el sistema económico, como fue el proceso de privatización de bancos, iniciado por Miguel de la Madrid durante su gestión y que ha llegado hasta nuestros días con la reconversión del sentido de la propiedad en la tenencia de la tierra y de los recursos naturales.

Para fortalecer el control ya no fueron suficientes, ni mucho menos eficaces, los mecanismos de cooptación o los medios masivos de comunicación que estaban sometidos a las personas que ejercían el poder público. La ideología de tendencia social, descalificada como socialista, emanada de los ideales de la Revolución Mexicana, sufrieron los embates de nuevas tendencias y, en materia de educación, cobró importancia la libertad de cátedra, pero con acentuación en el individuo y en las libertades, principios básicos de la filosofía burguesa.

Así, aunque las teorías educativas contemporáneas centran la atención en el estudiante, los contenidos están sometidos a que los estudiantes sigan los patrones de conducta que el libre mercado demanda bajo argumentos falaces de un desarrollo educativo promotor de mejores condiciones de vida. En este sentido, el modelo de competencias, nacido en el seno de los grupos económicos más poderosos a nivel mundial, hacen del docente un facilitador, dicen, del “aprendizaje para la vida”, sometidos a las hegemonías vigentes en cada contexto.

En el modelo político actual de México, en materia de educación, el sistema se está ajustando en varios niveles: en el de las instituciones a través de un esquema de escuelas “modelo” que han pasado de las “escuelas de calidad” a las “escuelas de excelencia” con fundamento en un cientifisismo tecnológico que fomenta el individualismo; a través de un cambio de los objetivos pedagógicos de los planes y programas de estudios, así como en el modelo educativo para fomentar trabajadores capaces de insertarse en las variables del “mercado internacional”; y, en el papel del docente.

Cuando los medios masivos descalifican a los profesores que luchan por sus derechos laborales no señalan que este segmento de la sociedad fue formado en un marco de libertad de cátedra, bajo una ideología cercana al socialismo, financiado por el Estado, a través de las normales de profesores y de las universidades públicas. Y cuando nos presentan asesinatos de estudiantes y otros delitos graves, tampoco presentan las contradicciones existentes en el sistema educativo actual que vive, como en tiempos de Juárez, un cambio en las políticas educativas. Hoy en día, el Estado busca que la educación fomente un sistema político y económico que ha mostrado su obsolescencia al dificultar la movilidad social, una de las grandes fortalezas de la burguesía. El problema de fondo se manifiesta en una contradicción: mientras se impulsa la hegemonía de los ideales burgueses y liberales, los hombres en ejercicio del poder público practican el conservadurismo.

En México, no hay neoliberalismo, más bien se observa un neocoservadurismo. El regreso de la religión en sus relaciones con el poder civil, la presencia del ejército en las calles para mantener el orden y la reelección en cargos y puestos públicos (como triste parodia del linaje medieval), son los mejores ejemplos.



[1] Citado por Portaneiro (123)
[2] Ibid.

sábado, 21 de febrero de 2015

Tres


El asiento que le tocó era incómodo, no reocrdaba sillón tan extraño para su espalda. Sentía cerca de su homóplato el resorte, pero cada vez que volteaba a verlo no lo encontraba con su mirada. El respaldo no lo dejó concentrarse en la plática que sostenía intermitentemente con Juan "El Apocalipsis" Éste le reclamó en algún momento su distracción. Pero él viajó sin prestarle atención porque el respaldo le molestaba y cuando trataba de recostarse su cabeza se ladeaba por el diseño amorfo del mismo.

Además, en su mente aparecían imágenes extrañas cada cierto tiempo. Todas estaban relacionadas con los espejos, o el espejo -le dijo al Apocalipsis cuando el autobús se detuvo bruscamente por una vaca atravesada en la carretera.

Juan dejó de hacerle plática a los 20 minutos y otro número igual de intentos.

Para él era un viaje raro. Tuvo la sensación de que ya había ocurrido cada uno de los acontecimientos vividos desde el momento en que subió los tres peldaños de la esclaera que lo metieron en este viaje. Incluso tenía a flor de piel la extraña percepción de haberse metido dentro de un espejo cuando la puerta metálica del vehículo se abrió y se extendió la pequeña escalera que lo invitaba a subir.

Se preguntó por qué sentía que al cruzar el acceso de camión estaba entrando en un mundo diferente, y no es que él nunca hubiera entrado a un camión, o que éste fuera distinto a otros. Tenía ciertas diferencias pero éstas se derivaban del uso y el tiempo que el transporte había vivido, o tal vez sufrido -se le ocurrió. Llegó a pensar que su cuerpo traspasaba una especie de tela líquida, más bien como si transitara por un plasma tranasparente, un tanto gelatinosos y flexible, sin color, ni olor, pero que su piel reconocía como el cambio de una atmósfera a otra. Pensó que estaba atravesando un espejo, pues.

No fue la primera vez que tenía esa inquietud pues desde que el presidente había tomado posesión soñaba en espejos, o al menos eso creía él.

Cómo reconocer el lado del espejo en que se vive, era una pregunta que tenía en su mente cada vez que reflexionaba sobre el tema. En alguna ocasión lo comentó con Magdalena. Ella le contestó que dejara de filosfar porque ellos eran estudiantes revolucionarios que hacían de la teoría acción, el pensamiento -le decía- debía llevarlos al cambio social. Hasta llegó a recibir de ella una sonora cahcetada cuando le tocó uno de sus pechos sensuales que se insinuaban bajo la blanca y holgada blusa que ella solía usar, porque creyó que estaba entre el sueño y la realidad, justo del otro lado del espejo. El golpe en su mejilla le hizo pensar que no había traspasado el límite marcado por el cristal del espejo, aunque él recordaba haberse metido, en esa ocasión.

Lo cierto es que esa noche, al bajar del autobús, sintió claramente el culatazo que le dió la policía. También oyó claramnete que gritaban y que corría. Y lo que es peor, en tiempo lento y pausado, percibió cómo una bala atravesaba su brazo, otra más su pierna, que caía y rodaba por la inercia. También que lo levantaron del pelo, le golperaon otra vez con el mango de una escopeta y que le pusieron una pistola en la sien.

Luego, supo que el espejo era su cuerpo, porque vivió el tránsito de éste a la nada. Se sintió libre, hasta volvió la mirada a donde su cuerpo yaciá con el cráneo hecho pedazos, en el suelo. Se reconoció y entendió que ya estaba del otro lado, ahora sí.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Esperando a uno de cuarenta y tres

La espera de una bicicleta. Fotografía: Rafael Araujo. 2014.
Extraño mi bicicleta. Con ella pude acercarme a Magdalena, aquella niña de ojos negros, llenos de promesas oscuras y perversas que solía encontrar mi mirada con una sonrisa en sus labios, sí entreabiertos. Siempre provocativa.
Ella me pidió ir a Iguala, esa fatídica noche de septiembre. Ella me dijo que iba a dejar que yo pudiera conocer los secretos, que ella sería mi instructora, especialmente en el viaje de esa noche, así fue como me lo dijo.
Desgraciadamente ella no alcanzó lugar, se quedó a monitorearnos, prometió esperar nuestro regreso. El mío, pensé, sólo mi regreso.
Con un poco de tierra en mi cara y en mis labios pienso en mi bicicleta, se vuelve borrosa, se confunde con el polvo y la arena, con la eternidad...

lunes, 15 de diciembre de 2014

Dos

- ¿Qué es el silencio?
- Todavía no lo sé, Magdalena. A veces, me parece que es una lágrima, como aquella que sueltas a escondidas y que nunca está acompañada. No creas que me pasa desapercibida, no. La he visto porque deja una huella invisible para quien descuida su mirada, pero no para mí. Me pregunto y te lo digo ahora, ¿por qué sueltas lágrimas solitarias? y, además, ¿por qué tratas de que no la vea?

Magdalena caminó un rato sin dar respuesta. A medio día, un día como el de hoy 26 de septiembre, el sol era intenso y las calles están vacías, en silencio. Solo se escucha el lento andar de los pies calzados de ella, lentos y un poco tristes.

- Es probable que no lo sepa, ni yo misma. Sólo sé que llega el momento de soltarla, darle libertad.
- No te entiendo.
- ¿Lo ves? Por eso nada te digo y nada te enseño. Porque quieres una explicación. No la hay porque no la tengo. Y mis lágrimas, a veces quieren salir solitas, una a la vez. Lo sé porque el corazón me lo insinúa, me lo susurra y sé que debo dejarla fluir.


Ella volvió a caminar, esta vez con rumbo fijo, hacia la puesta de sol, por donde se llevaron a los 43 que nos faltan, eso dicen y yo lo sé de cierto.


domingo, 7 de diciembre de 2014

Uno de cuarenta y tres



UNO
A manera de introducción: En el principio de los tiempos la nada era la dueña y señora del todo. Por eso, nada había, nada sonaba, nada se sentía. Sin embargo, a decir de los griegos, el caos se hizo presente y, entonces, la nada dejó de existir, al menos eso se cree.

Esta historia nos recuerda esa primera muerte. Es decir, no es exactamente un relato sobre el principio de los tiempos, sino un recordatorio que el tiempo y su expresión más sublime: la vida, tienen un final: la muerte.
A veces me ha llegado esa inquietud. No sé cómo definirla. Es extraña, llega lentamente a mí. Inicia como una vaga idea… no, más bien suele estar asociada con un sonido, con una frase, con una noticia. Ya sea a través de la televisión o con algún comentario echo por alguno de mis amigos, siempre relacionado con los problemas de pobreza, corrupción e impunidad de nuestras gloriosas autoridades, nietas de los héroes revolucionarios del siglo XX, encumbradas en el poder político y fervientes reencarnaciones de algún tlatohani prehispánico. Y siempre me pierdo el resto de los comentarios porque mi mente empieza a pensar en mi pequeño entorno: Miguel siempre crítico vierte comentarios de lo que debe hacerse, según él, pero a la hora de la acción suele caer en unos enormes letargos que lo llevan a ser un claro ejemplo de cómplice por omisión. Pedro, bueno, qué decir, él habla y habla para motivar a los demás pero es el primero en actuar de la manera más corrupta que pueda haber… y así, mi mente viaja, me lleva a ligar ideas que reafirman que el gran problema, el de fondo, como los políticos dicen, somos nosotros, los de a pié, quienes permitimos que así sean las cosas: podridas como solo la política nacional corrompe por dentro.

Esa era la razón por la cual nunca me involucraba en los movimientos de la normal. Bueno, más bien no acudía al llamado de los camaradas aunque sí daba las cuotas necesarias de cooperación y acudía a las reuniones de organización y discusión de las estrategias de acción… hasta había acudido a los talleres de entrenamiento, incluso me habían pedido que redactara algunos discursos porque manejaba y manejo muy bien la coherencia de los textos. Creo que mis cualidades me permitían mantenerme en la organización sin que me exigieran cosa alguna adicional.

A mí me gustaba ir a las reuniones sabatinas porque era el día en que podía encontrarme con Magdalena. Ella se había negado a darme su amistad y no saben cuánto me costó ese primer beso, que para mí, fue como el primero que yo diera en mi escasa vida de 19 años.

Magadalena me había insistido de manera constante en que yo debería participar en alguna acción. No lo hacía, porque después de las reuniones, era el pretexto para quedarnos un rato más en los alrededores de la escuela. Así fue como primero le agarré la mano, otro día pude acariciarle la tersa piel de su rostro y, otra noche, robarle un beso que me costó una sonora cachetada.
Sin embargo, ella seguía aceptando mi presencia y nos seguíamos quedando a platicar, al terminar las reuniones. Ella me había llevado a su casa y me había presentado como un amigo y camarada de lucha con sus papás, quienes eran maestros de primaria.

En otra ocasión, luego de platicar sobre mitos, leyendas y fantasmas, cerca de su casa, bajo una farola sin luz, me agarró la mano y caminamos un trecho sin hablar. Me sentía feliz, caminaba pensando en qué sentirían las personas al morir, si sería la misma sensación que yo tenía en ese momento, porque mi corazón parecía rebosar de paz y quietud, me sabía querido pero no con la pasión del deseo, no en ese momento.


No sé por qué acepté subirme al camión, nunca tuve el deseo de participar en actividades de los camaradas.

Ahora que siento disminuir mi respiración, que mis oídos se agudizan, que los párpados me pesan y el dolor de las heridas se desvanece viene a mí Magdalena.

Estoy seguro que mi mente me engaña pues ella no vino con nosotros.

Creo que me besa…

Llega el silencio.

Hay paz.