PORMENORES
Aproximación a Marcela Reyes en la creación
Cuando conocí a Marcela Reyes quise saber qué la movía a dibujar partes de su cuerpo y de su rostro. Vi durante mucho tiempo dibujos y gráfica de su cuerpo fragmentado: su torso desnudo, sus brazos, su cara, su ombligo, su sexo. ¿Tener esos enormes ojos le permitía verse más de cerca? Se escudriñaba y lloraba con facilidad; un enorme duelo la conmocionaba.
Marcela estudió cuando era pequeña en la Escuela de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes; durante muchos años cada verano acudió a su cita ineludible y regresaba a su ciudad de origen Tuxtla Gutiérrez donde de igual manera continuaba desempeñándose en esta disciplina que abandonó cuando tuvo que emigrar a la Ciudad de México para ingresar a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde estudió la carrera de lingüística, y para seguir su sueño.
Después de unos años, diversos motivos ¿será la vocación? la condujeron a la Escuela de Iniciación Artística de Bellas Artes a realizar grabados y textiles en la Escuela Nacional de artesanías; ambas tareas trabajan con las líneas y la paciencia.
Hace cuatro años reencontré a Marcela y vi con agrado cómo en su café tenía una mesa asignada a sus visitas y a su ensimismado trabajo. Llamó mi atención una serie de caras en los característicos semitonos del grabado en relieve.
Marcela trabaja de manera silenciosa desde inicios del 2000 con sus gubias en linóleos y metales con ácido nítrico. Su relación con el grabado es muy estrecha y como todos, ha tenido etapas más prolíficas que otras. Ha tenido incursiones muy acertadas en esta técnica artística: una, durante su estancia en la Academia Nacional de San Carlos donde en el taller de su Maestra María Eugenia Quintanilla le aprendió técnicas y experimentó con los recursos del grabado en color –roll up-; técnica laboriosa y criticada, pero que nutre la percepción del grabado. Su otro acierto es el de continuar rasgando linóleos y rallando acrílicos para no perder la habilidad ni la paciencia que implica la particular manera de la gráfica. Además ahora, se ha visto motivada por su estancia en el taller de producción gráfica de su querido amigo Jaime Ignacio Martínez, en la Escuela de Artes Plásticas de la UniCACh.
Después de muchos años Marcela ha decidido mostrar una selección de su propuesta en la muestra individual Auto-Grafía, en donde logra el nombre juntando los vocablos auto/referente a uno mismo y grafos; relativo a lo escrito o a lo marcado. De lo anterior puedo determinar que en Auto-grafía, Marcela ha armado una especie de autobiografía que da sentido a través de una secuencia de grabados cuya temática contempla aspectos personales como rostros, cucharas, manos, nubes y a Yael.
Marcela no habla mucho; es una observadora persistente de las personas que le interesan. Las mira de frente y de igual manera fija los rasgos, expresiones, actitudes. Escudriña, las hace cercanas a ella y traza en su libreta líneas que sintetizan sus facciones. Así ha logrado una serie interesante expresionista de rostros en los que retrata de manera singular no caras bonitas, sino especie de radiografías que son sus líneas contrastantes de la linoleografía. De esa manera integró su primer serie de grabados en relieve.
De igual manera sucede con otra de su serie interminable donde las manos resultan temática; son improntas tomadas a personas a las que les tiene especial afecto y confianza como para pedirles calcárselas.
He visto dos maneras en las que esta creadora trata las calcas: presenta las manos tal y como las copia de primera instancia ó bien, las traduce en gráficas a una o más tintas, logrando con los colores elegidos expresiones de arte óptico que genera un movimiento muy particular y tan emotivas como sus rostros.
Hay objetos como tema y tema con objetos a lo largo del acontecer del arte. Los objetos evocan condición, género y mueven la psique. Para Marce las cucharas ocupan de manera memorable un lugar muy importante: le significan su niñez y cercanía con lo cotidiano del hogar y no de la casa; lo cálido de las historias de su abuela; el apego a la familia y la necesidad de sentirse cobijada, protegida. La nostalgia y la ausencia; el tiempo ido y la búsqueda de lo cierto. Creo que también le evocan el amor de pareja y el amor de ella como madre. Sus cucharas no tienen nada que ver con la cocina, en ella denotan también sexualidad.
La serie de nubes en técnica mixta resulta para ella algo muy particular dado que está dedicada de manera directa a su madre; tan importante en su vida; en la que deposita su percepción de la feminidad, de cómo aborda su vida, de cómo percibe el mundo, de las mujeres de su vida tan importantes. ¿Algo etéreo, lo imperceptible, a lo que ya no tiene acceso, incluso los reproches? El cielo es inalcanzable. Las nubes bajan a la tierra y se meten en los pulmones. Huelen… ¡Son frías! Sólo ella conoce su secreto y a sus nubes.
Resulta difícil agotar en una exposición temática tan complicada como la simbología personal, por lo que pienso que debería seguir explorando ese camino que ha iniciado; a donde no hay retorno y Marcela lo sabe. Bienvenida Marcela a este pasaje de tu vida en donde lo más importante puede verse, sentirse… y que sin querer hiere.
Juan Ramón Lemus Guerrero
Agosto de 2009