Con la caída de cada árbol, no solo muere la Selva, también El Jaguar fallece.
En tiempos muy remotos los hombres ansiaban tener como ch’ulel al Jaguar, porque así, su alma podría resistir los más graves sucesos.
Hoy, se murmura, un Jaguar ronda la puerta de la eternidad en Chiapas.
Rafael Araujo. Jaguar uno puerta. Acuarela. 2009.
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