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lunes, 15 de febrero de 2016

El libro de Adán (primeras palabras publicadas y traducidas sin revisión)

Tablilla 4: La premonición

Rafael Araujo.Gouache. 2016.


Aun no entiendo por qué se dice que hay un destino en cada persona, si Destino, decían los griegos, es una decisión de los Dioses. Otros grandes interpretadores de lo que Dios o los Dioses quieren de nosotros, como los jerarcas de la iglesia, también piensan que el Ser Supremo decidió un objetivo para cada hombre. Puede ser. Yo no lo tengo de cierto porque me ha tocado ver cada cosa, cada vida, que yo pienso en una suerte de camino, pero que tiene muchas, muchísmas, bifurcaciones, y, como también dicen muchos, cada y quien va tomando sus propias decisiones: si se sigue recto, si se da vuelta a la izquierda, a la derecha, o, si regresa al lugar desde donde partió. 

Si se tiene conciencia de la existencia de un destino, entonces, puede darse otro fenómeno: la visualización del futuro. De ahí que en épocas muy remotas aparecieran magos, brujos, chamanes y toda clase de gente que con técnicas raras y extraordinarias, tontas algunas veces, decidieran intentar adelantarse en los acontecimientos, ya fuera de un hombre o una nación. Recuerdo que en una era, cuando la luna nacía se abrían por la panza a borregos, chivas o vacas, para sacar sus vísceras. A los 10 días, la Luna solía enviar el mensaje y ayudaba a hacer una lectura del futuro o destino. 

Hubo otro tiempo en que los reinos definían política de guerra y paz a partir de lo que el oráculo les informaba, en muchas ocasiones también se consultaba sobre la vida de una o varias personas, al nacer. Recuerdo que una noche sin luna, Danáe fue sentenciada al calabozo porque su padre sabía por sus visionarios asesores que ella le daría un nieto y que éste lo mataría. Por estos actos, así sucedió. La leyenda dice que Danáe dio a luz un muchacho extraordinario, una noche de luna llena, grande y hermosa como las de octubre, hijo del mismo Dios del rayo: Zeus, y que este niño, al crecer, mató a su abuelo, un día en que el Sol eclipsó. 

Cierto o no, hemos creado muchas formas para ver el futuro. Una de ellas está relacionada con un estado mental que es propicio para la fantasía y la creatividad, para la memoria y el amor: son las ensoñaciones. Éstas aparecen en ocasiones especiales y pueden provocarse, a veces. No siempre se puede lograr un estado mental así, generalmente se crea a través de modificar el ambiente, uno pone un poco de hierbas prohibidas en el fuego para que el aroma penetre por los pulmones al cerebro. Otro modo perfecto para percibir otras reralidades es la preparación de brebajes exóticos donde el líquido propicia que el cuerpo esté presto al igual que la mente. En fin que hay una y mil formas de generar las ensoñaciones aunque esta actividad debe hacerse en compañía de otra persona para evitar que se pierda la mente en las rutas transitadas del desvarío. 

Yo no sabía que eso se podía hacerse hasta que me sucedió. Un día en que el sol se detuvo más tiempo del necesario en el cénit, arrullado por el murmullo del agua y las flores, a la vera del árbol de la ciencia del bien y del mal, me adormecí y me recosté entre las raíces. Un olor suave rondaba entre mi cuerpo y entrecerré los ojos porque una brisa fresca y semi húmeda entraba por los poros. Un declive casi imperceptible de la luz, anunciando a la luna en medio del día, influyó para crear un momento sin luz y sin oscuridad. 

Pude ver un horizonte y una figura que ahora sé era de mujer. Sensual me llamaba con sus ojos rasgados y sus labios me mostraban una lengua llena de deseo. 

Habían muchos caminos. 

Las imágenes chocaban por absurdas. 

Un corazón en la mano. 

Tierra y hojas.

Una casa. 

Al despertar supe que Lilith había sido expulsada y que yo formaría una familia, dos hijos veía en ese sueño y otra mujer, blanca y de ojos azules, fríos, calculadores. Eva oía al despertar de mi ensoñación.

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