Fue así que la semilla cayó donde debía y hoy, tres años después, pese a sequías tan intensas que el Sahara se quedaría mudo; pese a los cuervos y una que otra zopilota (también en estas aves hay hembras, claro), la planta creció y ha dado sus frutos.
El primero fue Sabines, hecho para niños, aunque debió ser el último, luego Rosario, y hoy, cuando cerramos el ciclo, sale Rodulfo Figueroa, un poeta del siglo XIX que no deja de estar presente... Aquí está para quien desee acercarse, leer y comprometerse.
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