En aquellos días, antes de que el sol y la luna tuvieran nombre, entre la vegetación habían seres de todo tipo, algunos de ellos ya no existen porque la naturaleza y el tiempo han dejado su huella sobre el mundo y han cambiado las formas en que los seres vivos habitan el planeta. Algunos de ellos nunca fueron vistos, ni se conserva resto alguno, aunque todavía hoy caminen entre nosotros. Hay algunos que se han convertido en leyendas como la que he oído en mi peregrinar por los mares allende las fronteras:
La banshee
Cuando pudo llegar al embarcadero su corazón eclipsó. El barco había zarpado sin él. Cómo describir su desolación pues había perdido su más grande propiedad. Y no es que el navío le importara mucho, en cada oportunidad había vendido el que tenía para hacerse de otro. Pero esta vez, con la nave se iba su libertad.
Preguntó con una y otra persona. Buscó entre sus recuerdos. No lo halló.
Se quedó por tres días con sus noches en ese puerto de maldición. Porque su alma se había extraviado maldijo a los dioses y éstos decidieron cobrar la afrenta. Tres noches seguidas no pudo dormir, sonidos extraños lo mantenían despierto, justo cuando empezaba a ensoñar, oía cosas, ruidos, gritos, notas musicales desafinadas y sin sentido; y cada mañana reclamaba, pero no le creían. Por eso lo expulsaron, porque los otros huéspedes empezaron a oír cada vez más intenso y más cerca lo que él contaba.
Cuando salía, le gritaron que se llevara con él a “La banshee”.
Como ésa, oí muchas historias más que no tiene caso escribir, por ahora. Sólo es un ejemplo de seres que dicen hoy son imaginarios pero que yo sé que existen desde tiempos muy remotos, lo sé de cierto. También he visto aves de inmensos colores que, celosas, decidieron robarle a las flores sus colores, como aquélla que quería beber del caliz más sagrado, eso creía, para poder encontrar la pareja perfecta y encontrar, así, el amor.